Jesús sabía que este era su último viaje a Jerusalén, y que su tiempo con sus discípulos era corto. Por eso, mientras caminaba, trató de enseñarles lo que era más importante.

Jesús contó la parábola de la viña: de un terrateniente que fue a la ciudad temprano en la mañana para contratar trabajadores para su viña (Mateo 20. 1-16). Podríamos entender mejor esta parábola si la actualizamos pensando en un capataz que sale a buscar trabajadores para su sitio de construcción.

El capataz sale a las 9 am, al mediodía, a las 3 pm, y cada vez que invita a más trabajadores a trabajar en su sitio, y todos dicen, «sí». Cuando sale a las 5 pm, encuentra más personas de pie sin hacer nada, y él los invita a venir y trabajar en su sitio de construcción.

El final de la jornada laboral fue solo una hora más tarde, a las 6 pm. Fue entonces cuando todos cobraron su paga. Pero cuando el capataz reparte la paga de todos, ¡hay un alboroto! Él les ha pagado a todos por igual, ya sea que hayan trabajado en su sitio por nueve horas o solo por una hora. Las personas que trabajaron solo durante una hora están felices, pero las que trabajaron durante nueve horas se quejan amargamente. Pero el capataz dice a los querellantes:

“¿Qué derecho tienes para estar molesto si elijo ser bueno con los demás? Es mi dinero Puedo hacer con esto lo que se me de las ganas” (Mateo 20:15, paráfrasis).

¿Qué estaba tratando de decir Jesús a sus discípulos a través de esta extraña historia?

Jesús estaba enfatizando a sus discípulos que cuando se trata del Reino de Dios, no es tanto lo que has hecho lo que importa, sino si has dicho «sí».

El privilegio de servir a Dios es en sí mismo la mayor parte de nuestra recompensa.

Así como los primeros obreros se quejaron al capataz, también habrá muchos que se quejarán a Dios por la gracia que muestra con los indignos. Algunos dirán al Señor estas palabras:

Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre realizamos muchos milagros? (Mateo 7.22, NVI).

Y algunos de ellos se quejarán tanto de lo mucho que han hecho, y de su gracia para con los demás, que les dirá:

¡Nunca les conocí. Aléjense de mí, malhechores! (v.23).

Verá, con Dios, al final del día, todo lo que importa es si ha dicho «sí». Es por eso que el ladrón en la cruz no hizo nada más que aceptar el paraíso heredado, mientras que aquellos que se quejan de que han hecho mucho terminan fuera de. Él le dijo que sí a Jesús. El resto no lo hizo. Lo que es importante para Dios va en contra de nuestra lógica habitual, socava nuestras ideas sobre economía y desafía nuestras ideas normales sobre lo que es justo o no.

Esto debería enseñarnos a ser más bondadosos y menos críticos con los demás, y también a apreciar la grandeza de la gracia de Dios. Entonces, si has estado trabajando en el sitio de construcción de Dios todo el día, o si acabas de comenzar, no te jactes. Solo agradece al capataz celestial por el privilegio. Porque el privilegio es en sí mismo la mayor parte de la recompensa.

– Eliezer Gonzalez


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