Romanos 1.16, 17:

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

ESTOS SON LOS famosos versículos que hace más de seiscientos años ayudaron a Martín Lutero a comprender cómo funciona la salvación. Cuando Lutero leyó las palabras de Pablo, el Espíritu Santo iluminó su mente y este entendimiento cambió su vida y la nuestra para siempre. Mucho antes de su gran descubrimiento, Martín iba a ser abogado, pero prefirió estudiar teología.

Un día, mientras regresaba cabalgando a la universidad, hubo una fuerte tormenta y un rayo cayó cerca de él. Esto lo llenó de miedo porque estaba aterrorizado de morir y enfrentarse a Dios en el juicio. Así que dejó la facultad de derecho y entró en un monasterio agustino.

En su desesperación espiritual se dedicó al ayuno, pasando muchas horas en oración y haciendo largas confesiones. Su confesor, Johann von Staupitz, quien debe haber sido un hombre profundamente espiritual, trató de apartar la mente de Lutero de su pecado y le señaló la bondad de Cristo. El problema era que Martín trataba de guardar la ley de Dios a la perfección y continuamente fallaba en su intento.

Solo Cristo podía salvarlo.

Debido a su fracaso, Martin odiaba al Dios justo que castiga a los pecadores.

Cuando leyó el libro de Romanos, se encontró reiteradamente con la frase ‘la justicia de Dios’, que lo llenó de terror y golpeó su conciencia como un rayo. Durante siglos, la iglesia había enseñado que ‘la justicia de Dios’ era la justicia activa y personal de Dios utilizada para castigar a los pecadores.

Cuando Lutero logró entender la frase, ‘El justo por la fe vivirá’, comenzó a comprender que la justicia era un regalo de Dios para aquellos que tenían fe en la obra finalizada de Cristo en la cruz. La frase ‘justicia por la fe’ es sinónimo de ‘justificación’, y significa declarar justo, no hacer justo.

Esto no significa que las acciones justas, lo que llamamos santificación, no sean importantes. Significa que no son parte de nuestra posición ante Dios en el juicio. Cuando aceptamos lo que Cristo hizo por nosotros, que murió en nuestro lugar, Dios pone esta justicia en nuestra cuenta. No ve la vileza del pecador. Solo ve la imagen de su querido Hijo.

Esta comprensión había de cambiar la historia. Lutero desafió al papa, a la iglesia establecida y a reyes como Enrique VIII en Inglaterra. El evangelio desafiaba todas esas ideas que la iglesia de la época usaba para controlar su rebaño. La luz que vino de Lutero se extendió por todo el mundo occidental trayendo libertad al tiempo que generaba disturbios y avivamientos.

Cuando Staupitz fue nombrado decano de la Universidad de Wittenberg, llamó a Lutero para enseñar teología. Durante cuatro años, Lutero obtuvo dos títulos de licenciatura en teología y un doctorado en teología. Después de eso, pasó el resto de su carrera como doctor en Biblia en la universidad.

En 1516, Johann Tetzel, un comisionado del papa en Italia, fue enviado a Alemania para vender indulgencias con el fin de recaudar dinero para construir una nueva basílica para san Pedro en Roma. La idea era que la gente comprara justicia para mantenerse fuera del infierno. Se informó que Tetzel decía: ‘Tan pronto como la moneda suena en el cofre, el alma sale del purgatorio’. Se cuenta que Martín decía:
‘Le haré un agujero al tambor de Tetzel’, el que se usaba para reunir a la gente para comprar estas indulgencias.

Al año siguiente, Lutero le escribió a su obispo protestando por la venta de indulgencias. También publicó las páginas de esa carta en la puerta de la iglesia de Wittemberg. Con el tiempo su carta llegó a conocerse como ‘las noventa y cinco tesis’, que muestra por qué la práctica de las indulgencias estaba mal. Lutero no planeaba desestabilizar la Iglesia de Roma, pero eso es lo que sucedió.

Para quienes están seguros de que están cumpliendo con las exigencias de Dios, muchas gracias, y para quienes les gusta controlar a la gente o ganar dinero con ella, el evangelio es decididamente una mala noticia. Dondequiera que se predica, provoca oposición. Pero para quienes hemos llegado al final de nuestra propia justicia y la encontramos deficiente, el evangelio es la mejor noticia que podríamos recibir.