2 Corintios 2.14

Gracias a Dios que siempre nos lleva en el desfile victorioso de Cristo y que por medio de nosotros da a conocer su mensaje, el cual se esparce por todas partes como un aroma agradable. (DHH)

PIENSA EN UN desfile que sigue a Jesús. Él va adelante llevando una cruz. Su cuerpo está inclinado, su cabeza, ceñida con una corona de espinas, está cubierta de sangre. Se tambalea hasta que muere. Detrás de Él van sus hijos. No parece haber mucho triunfo aquí.

Allí va un leproso contaminado de hinchazones, deformidades y costras. Su cuerpo está lleno de llagas. Ha sido declarado inmundo y ha vivido una vida de aislamiento, despreciado por sus semejantes. Pero Jesús lo ha declarado limpio, y por eso lo sigue en este gran desfile. Está mirando fuera de sí mismo y sigue al amor.

Aquí viene María Magdalena. Ella era pobre, se vio obligada a prostituirse y fue maltratada por los hombres. Su cabello está desaliñado y sus ropas rasgadas. Pero amaba a Jesús y ahorró el salario de un año para comprar un frasco de ungüento precioso para ungir sus pies. Él vio su gran corazón y la aceptó en su reino. María es una de las victoriosas aquí.

Ese de allí es Zaqueo. Él era recaudador de impuestos, y la gente lo odiaba porque les quitaba su dinero. Pero había oído hablar de Jesús y se escondió en un árbol. Jesús pasó junto al árbol y le dijo que bajara. ‘Zaqueo, planeo comer contigo’. Zaqueo lo abandonó todo para seguir a Jesús, feliz de seguir a su Maestro.

Y aquí va un hombre cuyo rostro está regado de lágrimas. Estuvo allí cuando Cristo murió y luego lo negó tres veces. Al igual que Judas, pensó en el suicidio, pero Jesús pasó junto a él y lo miró a los ojos. Pedro marcha detrás de su Señor porque lo miró en forma amorosa y salvadora.

Y por allá va el rey David. David le robó la esposa a un hombre y envió al marido al frente de la batalla para que lo mataran. Perdió a su amado hijo Absalón, lamentando no poder morir por él. También va marchando en este desfile, caminando detrás con los mansos y humildes.

No se trata de una muchedumbre que sigue a un político popular. Este desfile está formado por unos pocos, los débiles y los despreciados. La obra de Dios aquí abajo se hace en cilicio y ceniza. Está formada por ‘dos o tres congregados’. No se trata de pompa, gloria y éxito. Es un camino de humildad y, a veces, de aparente fracaso.

Nuestros pecados no son todos iguales, pero todos somos semejantes: pecadores. Hay muy pocas cosas atractivas en nuestra vida. Todos somos conscientes de no alcanzar lo que deberíamos ser y lo que queremos ser. Y entonces el ‘desfile victorioso’ del que se habla en este pasaje no parece victorioso aquí abajo.

No parece reflejar la realidad presente, pero a primera vista describe el futuro. Este ‘desfile victorioso’ es muy real, pero está en la mente de Dios, y en esta vida hay que imaginarla. Nosotros experimentamos esa victoria por medio de la fe, sin poder verla aquí abajo. El apóstol Pablo vio la gloria de la cruz y entendió como pocos lo que significaba. Dios le dio los talentos para escribir una explicación de cómo funcionaba la salvación. La verdad del evangelio fue gloriosa para él porque vio lo que Jesús había logrado como una obra terminada.

Jesús proclamó el fin del pecado. ¿Qué? Aquí abajo no se nota. El pecado está en todas partes, y las fuerzas del mal en todas partes parecen estar ganando y persiguiendo a los santos. Vivimos amenazados por peligros externos e internos.

Pero como señaló Pablo, gracias a la obra finalizada de Cristo, ya hemos muerto a nuestros pecados, somos declarados justos, hemos entrado y pasado por el juicio de Dios, y ya hemos resucitado con Cristo y estamos sentados en los lugares celestiales.

Y eso mismo sucederá con este desfile victorioso, que tendrá lugar cuando Jesús regrese a la tierra en la segunda venida, con millones de sus santos rehechos a su semejanza; eso ya está sucediendo en la mente de Pablo. Es más real que cualquier evento en esta tierra. Tú ya estás marchando detrás de un Salvador poderoso, victorioso y resucitado: Jesucristo.

Ahora que somos santos perdonados, dejemos que la fragancia de nuestras vidas se colme con el conocimiento de la salvación mediante el Espíritu de Dios y que su Palabra se esparza por el mundo. Invitemos a ‘los muchos’ a unirse al desfile de Dios. Sigue caminando en la luz.