Así como una transgresión resultó en condenación para todas las personas, así también un acto de justicia resultó en justificación y vida para todas las personas. – Romanos 5:18

La justificación es la recepción del pecador tal como es, por amor a Cristo. El resultado es la santificación o transformación. La esencia de la justificación es que Dios hace por nosotros lo que nosotros nunca podríamos hacer por nosotros mismos. Logró nuestra absolución mediante la vida y muerte de Cristo, que no sólo fueron sustitutivas, sino representativas.

Cuando Cristo murió, Dios lo contó como si toda la raza humana hubiera muerto. Su vida perfecta, entregada por nosotros en la Cruz, fue puesta en crédito de todo el género humano. Cristo se hizo lo que no era, para que nosotros lleguemos a ser lo que no somos. (Ver 2 Corintios 5:14, 21).

La santificación comienza con la regeneración, que siempre acompaña a la fe y la penitencia que marcan la justificación. La santificación se refiere a nuestro estado, que siempre es imperfecto, mientras que la justificación se refiere a nuestra posición ante Dios, que siempre es perfecta.

La justificación tiene que ver con lo que se ha hecho enteramente fuera de nosotros. El resultado de la justificación es que a medida que la fe se apodera del don de la salvación, el Espíritu Santo que inspira esa fe engendra una nueva vida en forma de semilla. De ahora en adelante el creyente, por así decirlo, es una persona con dos naturalezas, la vieja y la nueva.

–Des Ford


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