Recibir y dar es la ley del universo, porque son parte de la naturaleza misma de Dios.

Nuestro sol da luz, que viaja a 150 millones de kilómetros a nuestro planeta. Las plantas reciben esa luz a través de sus hojas, y a través de la fotosíntesis, convierten la luz en energía. Esa energía les permite dar oxígeno a la atmósfera. Solo inhala y exhala. Acabas de recibir ese oxígeno y emitiste dióxido de carbono, que las plantas recibirán y lo convertirán en oxígeno.

Y si deseas mirar el ciclo del agua o cualquier otra cosa de la naturaleza, todo funciona exactamente de la misma manera.

Todos somos parte de una comunidad de la creación de Dios.

El Mar Muerto en Israel está muerto porque recibe agua dulce pero nunca da. No tiene salida al mar.

Una rama que recibe el alimento de la vid, pero simplemente trata de almacenarla y no produce fruto, se marchitará y morirá. A eso se refería Jesús cuando dijo:

Yo soy la vid ustedes son las ramas. Si permaneces en mí y yo en ti, darás mucho fruto; separado de mí no puedes hacer nada.   Si no permaneces en mí, eres como una rama que se tira y se marchita (Juan 15: 5-6).

Te garantizo que en cualquier relación, si todo lo que hace es recibir amor, pero no lo devuelves y lo compartes, esa relación morirá.

El amor tiene que amar

El amor recibe y el amor da. No puedes acumular amor. El amor tiene que amar. Tienes que regalarlo.

Dios debe ser una comunidad de tres personas eternas e interdependientes debido a esta misma ley de recibir y dar. Dios no puede ser amor a menos que Dios tenga a alguien a quien amar. Y Dios ha existido antes de la creación. Y así, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han existido eternamente simplemente recibiendo y dando amor entre ellos, hasta que ese amor estalló en fruto. Lo llamamos creación. Porque eso es lo que hace el amor. Crea belleza. Crea inteligencia. Crea maravilla. Crea más amor.

Y ahora, como resultado de este amor, Jesús ha venido al mundo, y a través de este único acto de redención en el Calvario, te invita a unirte a esta comunidad eterna de amor.

En la cruz, Jesús tomó esa infinidad de amor que había recibido del Padre desde la eternidad hasta la eternidad, y la derramó en el mundo por tu perdón de pecado y por tu salvación. Nada más podría haberte salvado.

Lo que hace el pecado es que te separa de la ley de recibir y dar. El pecado te dice que no eres digno de recibir amor y que es demasiado peligroso darlo.

Estar fuera de la comunidad de amor de Dios es la muerte; estar dentro de ella es vida eterna. Dios te está invitando a abrir tu corazón para recibir más del amor de Dios, y abrir tu vida para compartirlo con los demás.

Deja que fluya el amor. Es el secreto de la felicidad definitiva.

– Eliezer González


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