Jesús ilumina la vida del ciego de nacimiento y responde ‘preguntas tontas’.

Un feliz año 2024. Continuamos con la serie de comentarios bíblicos relacionados con la comunicación. En el proceso lo he llamado de varias formas: PyTheos, que significa Teología desde Paraguay; y actualmente los voy compilando como el Comentario Bíblico Buenas Noticias Ilimitadas, el mismo nombre del ministerio que iniciamos allá por 2010; y en algún momento trabajaremos para publicarlo en formato de libro digital.

Estamos avanzando muy lentamente con el comentario del evangelio de Juan, con la ayuda del tomo de Stan Slade (2006), “Evangelio de Juan” – del Comentario Bíblico Iberoamericano, ediciones Kairós.

Durante esta semana analizamos Juan 9. 1-7; y del tomo de Slade, las págs. 198 a 202.

Las preguntas y la comunicación

En toda comunicación entre seres humanos, las preguntas ocupan un lugar relevante. Muchas veces hay cosas que no sabemos, o que no entendemos totalmente o parcialmente. Hay ramas del saber que utilizan como principal herramienta las preguntas, por ejemplo, la filosofía, el periodismo, y también la teología.

Pero todos hacemos preguntas siempre. Los niños preguntan mucho, generalmente de forma espontánea. Los adultos realizamos a veces preguntas cerradas o directas, que requieren de una respuesta breve y sencilla, y a veces preguntas abiertas o indirectas, que pueden llevar mucho tiempo para responder. Existen preguntas retóricas, reflexivas, capciosas, etc. Nos llevaría bastante tiempo analizar una por una los diferentes tipos, pero este no es nuestro propósito.

A veces realizamos preguntas inteligentes y bien elaboradas, pero en otras oportunidades realizamos preguntas muy tontas.

Las preguntas en el evangelio

Vemos en el evangelio varios ejemplos de preguntas, realizadas a veces por Jesús, por los discípulos o también por otras personas.

En el texto de estudio de hoy vemos a un ciego de nacimiento, y los discípulos preguntanPara que este hombre haya nacido ciego, ¿Quién peco, él o sus padres? (v.2)

Y aquí Slade indica que una de las preguntas que siempre solemos realizar los que nos manejamos en el mundo de la religión es ¿Quién es el pecador?

Esta pregunta puede tener muchas aristas, que no analizaremos, pero usted puede investigar. Por ejemplo ¿Qué definiciones hay en la Biblia para pecado? ¿Qué tipos de pecados existen? y la que está relacionada con la pregunta de hoy ¿Qué efectos produce el pecado en las personas?

Vemos la respuesta de Jesús, que trata de desviar la atención de los discípulos de sus presuposiciones respecto a la relación pecado con la enfermedad.

—No está así debido a sus pecados ni a los de sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.  Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió. Viene la noche cuando nadie puede trabajar.Mientras esté yo en el mundo, luz soy del mundo. (vs. 3 al 5)

Aquí la gran pregunta que Jesús responderá, es ¿Cómo Dios responde al pecado? ¿Rechaza a las personas o las rescata?

Y Slade indica: La pregunta de los discípulos refleja la comprensión común de aquel entonces. La enfermedad se veía como un castigo por el pecado. Más importante aún, se creía en una correspondencia directa entre el pecado y la enfermedad: cada enfermedad era consecuencia de un pecado específico, y cada pecado traía un castigo (tarde o temprano). Por lo tanto, si Fulano estaba enfermo, esto era en sí prueba de su condición de pecador. (Slade, p. 198)

He notado que en muchas instituciones religiosas de la actualidad se maneja de manera muy similar el tema de la relación pecado – enfermedad, hasta de una manera malvada y desconsiderada, desde esas iglesias donde quieren expulsar a “los demonios de la enfermedad”, hasta las religiones “más intelectuales” donde a través de mecanismos psicológicos se pretende realizar un mapa de los pecados cometidos por una persona, e incluso lo que suelen llamar “las maldiciones generacionales”, donde la culpa pueden tener los padres, los abuelos, bisabuelos o incluso tatarabuelos.

La iglesia a la que pertenecía tenía un estricto régimen de salud que un ser alado le mostró a nuestra profetiza, indicando qué comidas o estilos de vida causaban tal o cual enfermedad, por lo que solíamos llegar a la conclusión que comer o tomar tal cosa, era un pecado, castigado con la enfermedad.

Dentro de la lógica, cabe suponer que pueden existir cosas que provoquen enfermedad, como por ejemplo la sal puede producir presión alta, el azúcar diabetes, etc. etc. Pero no considero que podamos llamar pecado al comer sal o azúcar, como tampoco es pecado dejar de comer azúcar o sal.

Y aquí Jesús indica una causa mayor de la enfermedad, a la que cualquier ser persona podría plantearse: Esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.

Esto de echar la culpa a las personas, por alguna cosa, es el típico recurso de comunicación que utilizamos para desentendernos del tema, para justificar que miramos al enfermo no como alguien a quién podemos ayudar, sino como alguien de quién tenemos que liberarnos, ya que él tiene la culpa de todo lo que le pasa. Es la típica indiferencia que solemos tener ante el sufrimiento humano.

He visto a gente tirando la culpa de los incendios de Chile a “alguna gente” irresponsable. Y así, bueno, dicen, si existen culpables, que ellos solucionen el problema. No nos toca a nosotros ayudarles.

Algunos tiran la culpa al cambio climático, otros posiblemente tiren la culpa a los “diabólicos conciertos de Viña”, y otros tal vez piensen que los mismos que murieron o perdieron todo, eran los culpables.

La tonta pregunta de los preguntones vs. Jesús

Jesús cambia la pregunta de los religiosos, le da vuelta, le cambia el sentido, y descubre que los culpables son los que critican, juzgan, y no hacen nada, y no el pobre hombre ciego de nacimiento.

Jesús transforma la comunicación y revela el verdadero sentido de la tonta pregunta de los preguntones. Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió. (v.4)

Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo una obra; y esa obra implica que dejemos de realizar preguntas tontas, preguntas que nos ayuden a “calmar nuestra conciencia”, preguntas que nos permitan “estar tranquilos”, mientras justificamos el dolor de los demás “por su propia culpa”, “por sus propios pecados”. (Ver Slade 199)

Jesús actuó como actúa Dios; no para culpar a la gente, ya que esta tarea es la tarea del “acusador de nuestros hermanos”. Y aquí parecería que el acusador se metió en la mente de los discípulos, y veremos que especialmente en la mente de los líderes religiosos judíos.

Jesús confrontó la hipocresía de los religiosos, y hoy confronta nuestra propia hipocresía, en estos versículos de Juan. Y vemos esto también en la actitud de los religiosos camino entre Jerusalén y Jericó vs. el buen samaritano.  

Esa actitud mediocre y mezquina de quien solo busca culpables, es reflejo de una fe vacía y hueca; que refleja una comunicación muy parecida a lo que solemos encontrar hoy entre los evangélicos, y por supuesto, yo me incluyo entre los mediocres.

El fariseísmo se había metido entre los discípulos de Jesús, y posiblemente quedó registrado esto, para llamarnos a la reflexión hoy, en primer lugar, a pensar antes de hacer una pregunta; segundo, a no querer buscar culpables en todo lo que pasa; y tercero, a analizar cuál es nuestra actitud ante las personas necesitadas.

Cuán importante es estar atento a todo lo que irá pasando en los siguientes versículos, donde pareciera que pasa a un segundo plano el milagro de Jesús, para seguir exponiendo lo ridículo de nuestra comunicación, en algunas o en muchas oportunidades.

Bendiciones y ¡hasta la próxima!

  • Wolfgang A. Streich

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