En ambas orillas del río crecerán árboles frutales de todo tipo. Sus hojas no se marchitarán, ni faltarán sus frutos. Cada mes darán fruto, porque hacia ellos corre el agua del santuario. Su fruto servirá para alimento y sus hojas para curación. – Ezequiel 47:12, NVI

El Evangelio es como ese poderoso arroyo que se describe en Ezequiel. Se origina como un chorrito desde la sien, primero de unos pocos centímetros de profundidad, justo hasta el tobillo, luego hasta la rodilla, el muslo y luego, finalmente, ¡forma caudalosos ríos en los que nadar!

De la misma manera, la verdadera religión no es algo que llevamos. La verdadera religión es algo que nos lleva. La religión de Moisés se convirtió en un yugo de esclavitud cuando los judíos olvidaron el significado de los símbolos, las profecías y los tipos. Cuando los judíos vieron estas cosas sólo externamente, como un medio para encontrar el cielo, todos se convirtieron en un yugo de esclavitud (2 Corintios 3.15-18).

Cuando nos dirigimos al Señor, de repente vemos cómo esas leyes, tipos, símbolos, profecías y sacrificios del Antiguo Testamento nos señalan al Salvador. La ley es un maestro de escuela para llevarnos a Cristo (Gálatas 3.24). Cuando venimos a Cristo y él escribe la ley en nuestros corazones, querremos hacer lo correcto.

Es sólo por gratitud: la única obediencia que Dios aceptará es la obediencia de gratitud. No aceptará ningún otro. Todo lo que no es de fe es pecado (Romanos 4.23).

–Desmond Ford


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