Quiero hablarte sobre el dolor; no del tipo con el que puedes lidiar tomando una aspirina. No estoy hablando de dolor físico. Quiero hablarte sobre el dolor del corazón.

Es el tipo de dolor que a veces ni siquiera te das cuenta de que existe hasta que un día te despiertas atormentado por tus sentimientos y con tu corazón retorcido en nudos. Es el tipo de dolor cuyos síntomas son fáciles de omitir porque a menudo es demasiado fácil echarle la culpa a otros.

El síntoma más común del dolor del corazón es la ira. Estamos enojados con los demás por causar nuestro dolor. Incluso podemos culpar a Dios mismo. Debido a que, en última instancia, no podemos contener la ira dentro de nosotros, tenemos que dirigirla a otra persona. Tenemos que encontrar una manera de justificarla. A veces, en lugar de culpar a los demás, nos culpamos a nosotros mismos y nos destruimos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Eso es lo que sucede cuando sufrimos de dolor del corazón. De cualquier manera, sufrimos, y los que nos rodean también sufren.

Es fácil culpar a otros por el dolor del corazón. Después de todo, todos hemos sido lastimados por otros, ¿verdad? Y lo primero que hace el dolor del corazón es revolver nuestros pensamientos para que no podamos pensar con claridad. Luego construimos muros alrededor de nuestros corazones y vidas para protegerlos de ser lastimados, para que nadie pueda entrar. Y finalmente hace que todos nuestros pensamientos y acciones sean egoístas.

Eso es lo que sucede cuando no se trata el dolor del corazón. Y solo hay una forma de lidiar con el dolor del corazón; solo una forma de sanar. Pero para acceder a ello, necesitamos ayuda del exterior de nosotros mismos. No lo podemos hacer solos. Aceptar, a menudo es el paso más difícil.

La ira suele ser una señal de advertencia de que debemos perdonar.

Solo hay una solución para el problema del dolor del corazón. No es una cura fácil, pero es una cura segura. Y solo hay una solución. Nunca perderás ese dolor y serás libre y sanado hasta que estés dispuesto a aceptarlo.

Cualquiera sea la causa de ese dolor, la curación solo es posible a través del camino del perdón. Muy a menudo necesitamos perdonar a otros, a veces necesitamos perdonarnos a nosotros mismos, y a veces incluso a Dios. La ira suele ser una señal de advertencia de que necesitamos perdonar, sanar el dolor en nuestro corazón.

Cuando el dolor se vuelve demasiado fuerte para soportar es habitual que la gente toque fondo. Es solo entonces que pueden buscar ayuda fuera de sí mismos y llegar a comprender su necesidad de perdonar. Pero esta comprensión se produce al recorrer un camino lento y doloroso.

Las alternativas son impensables. Sin embargo, de la misma manera que tal vez le tomó mucho tiempo a tu corazón ser herido, también debes ser paciente mientras Dios lo cura paso a paso.

El perdón es tan esencial para el alma como lo es la respiración para el cuerpo. Al igual que respirar, debemos aprender a permitir que el perdón fluya hacia nosotros desde Dios, a través de cada parte de nosotros, y de nosotros a otros. Y si lo aceptas, así es como viene la curación.

– Eliezer González


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